jueves, 14 de julio de 2011

Agorafobia: encerrados por el miedo


12-07-2011 23:00 - Agustín Moreno

Ana odiaba el verano. Verano es sinónimo de vacaciones, y salir de vacaciones, salir de casa, de las calles y plazas conocidas de su ciudad, de las reconfortantes rutinas diarias, de sus espacios más o menos seguros, le da un miedo terrible. Y es que Ana es agorafóbica, al igual que lo es el tres o el cuatro por ciento de la población adulta de los países occidentales.

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La agorafobia es uno de los trastornos de ansiedad más incapacitante para la vida diaria de los pacientes a los que se enfrenta el profesional de la salud mental. El nombre del trastorno surge de la combinación del término "ágora", plaza pública de las ciudades-estado de la antigua Grecia y "fobia", temor, por lo que la definición literal y simplista del trastorno sería la de miedo a los espacios abiertos. Literal y simplista porque la agorafobia, como bien saben quienes la padecen, es mucho más que el simple temor a deambular por la calle. El Manual Diagnóstico de los Trastornos Mentales (DSM-IV-TR), de la Asociación Americana de Psiquiatría, define la agorafobia como el miedo a estar en lugares o situaciones de los que puede ser difícil o embarazoso escapar, o en los que puede no disponerse de ayuda en el caso de sufrir un ataque de pánico o síntomas similares a los del pánico (mareo, caída, despersonalización, desrealización, pérdida del control de esfínteres, vómito, molestias cardíacas).

Como consecuencia de este miedo, la persona evita las situaciones temidas, las soporta con gran ansiedad o malestar o necesita ser acompañada, convirtiendo así su temor en muchas ocasiones en una cárcel física, que no solo emocional, que limita sus movimientos a aquellos espacios y situaciones donde se siente segura. Agorafobia y ataques de pánico suelen ir frecuentemente unidos, de hecho la mayoría de los pacientes en tratamiento relaciona el inicio de sus problemas agorafóbicos con la ocurrencia de un primer ataque de pánico en el contexto de una determinada situación: en el coche, en el trabajo, en la calle, haciendo la compra, etc. pero no siempre es así.

Hay otros pacientes en los que el temor a sufrir una crisis puede ser sustituido por la preocupación de verse humillado en público o incapacitado por las consecuencias de una indisposición física, como consecuencia de enfermedades tales como la incontinencia o la pérdida del control de esfínteres.

El temor a sufrir una crisis y la evitación de todas aquellas situaciones que se anticipa puedan provocarla, terminan atrapando al agorafóbico en un bucle sin aparente retorno donde la anticipación de los síntomas físicos y emocionales provocados por la ansiedad le coarta cada vez más, mientras que su propia limitación autoimpuesta le impide aprender cómo hacer frente a los síntomas temidos. Así, poco a poco y si no se pone remedio al progreso del trastorno, el simple hecho de evitar múltiples acciones cotidianas como, por ejemplo, subir en el ascensor, ir al supermercado, llevar a los niños al colegio, viajar en coche o salir de vacaciones, se va a traducir en incapacidad para asumir responsabilidades y, en general, en una muy baja calidad de vida.

Por otra parte, la necesidad cada vez más imperiosa de ir siempre acompañado de una persona de confianza que pueda prestar ayuda en caso de necesidad hace a esos pacientes establecer lazos de dependencia casi absoluta con algún allegado, al que en muchas ocasiones manipulan descaradamente para que esté a su servicio y los acompañe a todas partes como una especie de perro lazarillo, lo que termina perturbando fácilmente su vida familiar.

No hay un perfil claro del paciente propenso a la agorafobia, es algo que puede pasarle a cualquiera. No obstante, se han detectado algunas vulnerabilidades como, en el plano biológico, la de aquellas personas que tienen un sistema nervioso autónomo especialmente reactivo o, en el psicológico, aquellas que se preocupan en exceso por la salud al haber convivido con una enfermedad propia o de un familiar.

La buena noticia es que vencer la agorafobia es, en casi todos los casos, posible si la persona se pone en manos de un profesional de la salud competente y experimentado. Desde el punto de vista psicológico, la intervención terapéutica que se ha revelado más eficaz es aquella que está encaminada a romper el círculo vicioso en el que se encuentra atrapado el paciente, exponiéndole de forma paulatina y progresiva a todo aquello que teme y le asusta.

• Para saber más:

Trastornos Ansiosos

Asociación Madrileña de Agorafobia

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